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Parrandas

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Apuntes históricos y caracterización de las Parrandas de Caibarién

La evidencia más antigua de Parrandas en Caibarién se encuentra en el 1892, refrendada por el diario remediano “El Criterio Popular” del 13 de diciembre de ese año, allí se lee en su sección “Gacetillas”:

“Farolero. -Se asegura que el conocido Chau Chau Gomá, farolero de Cámara del Imperio Chino, ha celebrado un contrato con Antonón para proveer de farolillos chinescos a fin de dar realce asiático a la parranda de “La Marina”, que sacará el estoico tallerista, entre las muchas que prepara el barrio de la Marina en Caibarién, para la Nochebuena”.

Estas viejas líneas confirman a la Villa Blanca como el segundo pueblo o ciudad que desarrolló este tipo de manifestación cultural. Es oportuno no olvidar que también fue el único lugar capaz de realizar un trasunto de la génesis remediana, esto significa que nuestras Parrandas establecieron en su delineado los cuatro componentes que ya se habían definido en San Juan de los Remedios: Trabajos de Plaza, Carrozas, Pirotecnia y Música, todos en la contienda entre los barrios “La Loma” y “La Marina”. Sabido es que la expansión de esta festividad competitiva entre dos Bandos – Barrios se produjo en la última década del siglo XIX a tal punto que hoy se celebran en 18 municipios y/o Consejos Populares de las tres provincias centrales: Villa Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila.

Las Parrandas de la región central de Cuba constituyen la máxima expresión expositiva del folclor del pueblo y proyectan lo cubano aun dentro de una gran batalla cultural que apuesta esencialmente por el sentido de pertenencia a uno de los dos Bandos – Barrios apoyadas en gran variedad de oficios, artesanías y lo mejor que el arte popular produce en cada época evidenciado a través de códigos muy bien estructurados.

Como la tradición del ámbito urbano más representativa, las Parrandas han logrado su continuidad y permanencia por el desarrollo de los portadores activos y pasivos capaces de asimilar lo nuevo sin olvidar los cánones prefigurados del pasado que las vio nacer, es decir, las Parrandas constituyen una tradición y esto las define como un patrón cultural elaborado en un tiempo pretérito que llega hasta el presente sin perder su esencia y objetivos fundamentales. Es obvio que su realización en Caibarién por más de un siglo con muy escasas interrupciones nos hablan de su arraigo en el pueblo, su carácter inclusivo y la apuesta por una representatividad capaz de asumir los retos del tiempo y las circunstancias.

Debemos recordar que las Parrandas de Caibarién comenzaron celebrándose el 24 de diciembre de cada año hasta 1970, entre 1971 y 1979 los días 25 y 26 de julio y desde 1980 hasta 1990 en la última semana de agosto incorporando un elemento que no era suyo: el “Día del caibarienense ausente”. A partir de su resurgir en 1994, la gran tradición comenzó a desarrollarse en el mes de diciembre, preferentemente el día 27 y siempre en el mismo epicentro: el parque “La Libertad” en el Centro Histórico de la ciudad.

Nuestra concepción parrandera establece una caracterización propia para cada uno de los cuatro componentes que la conforman:

  • Trabajos de Plaza: Constituyen obras arquitectónicas básicamente estructuradas sobre madera. Ofrecen información por todas partes debido a que cada Barrio las ubica sobre su esquina en el parque. Esto provoca una confrontación visual de excelencia y grandes proporciones con especial destaque para las artes plásticas y el desarrollo de la luminotecnia capaz de recrear y apoyar los temas seleccionados. Nuestra rica historia no permite trabajos plano métricos, el espacio que se les destina exige una volumetría sensata que favorezca el placer de lo bello pensada por y para un pueblo más culto e informado.
  • Carrozas: Son una síntesis de las más variadas artes y establecen alegorías de momentos históricos, culturales y artísticos. También apuestan por extraer lo mejor de naturalezas propias y lejanas abundando en las grandes culturas de la humanidad sin olvidar la cubana. Es notable el particular recorrido de las carrozas parranderas de Caibarién pues este se realiza alrededor del parque “La Libertad”, recorrido único que alcanza casi 400 metros y varios giros que le imponen a la concepción requisitos muy particulares en el manejo del espacio y la composición estructural de las obras. Es altamente destacable la importancia de los creadores del vestuario desde 1970 hasta hoy pues en la adecuada concepción de los personajes Caibarién aportó y aún lo hace en este último adorno que se incorpora a las carrozas.
  • Pirotecnia: Con sus áreas perfectamente delimitadas, la pirotecnia puede ser un “arte” pues ella convoca los más variados fuegos de artificio en aras de lograr un ambiente luminoso lleno de estrategias y momentos clímax dentro del fragor competitivo.
  • Música: Aquí aparecen las “congas parranderas” o “changüíes” con sus cantos improvisados dentro de alguna melodía de moda. La Parranda en Caibarién no tiene una música establecida, aunque existen algunos pasajes rítmicos que ya se identifican con La Loma y La Marina.

La perfecta identificación de los Bandos – Barrios y sus espacios, las proporciones de esos espacios y lo que posibilitan en materia de lucimiento, hacen privilegiada a nuestras Parrandas. Si ellas demuestran la percepción popular y descubren los parámetros estéticos a nivel de población sin reñirse con el lógico cronograma de una fiesta llena de componentes y matices, entonces nuestra Parranda cumple con su alta responsabilidad de revelar la espiritualidad de los habitantes de esta ciudad que tuvieron la suerte de nacer y vivir en un pueblo con Parrandas.

Por ser Patrimonio Inmaterial de la Nación desde 2013 y desde noviembre de 2018, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, declarado así por la UNESCO, la Parranda de Caibarién está comprometida con la cultura cubana toda y con las mejores manifestaciones culturales del planeta. Hacerlas hoy con el mismo rigor conceptual y formal establecido en el pasado y más aún, pensar las del futuro, es un compromiso con la historia, y una puerta para alcanzar el camino que conduce al cumplimiento del deber con una tradición que desde la estética y el arte confían en el poder de esa estética defensora de valores identitarios y perdurables que hacen tangible la superación personal, el crecimiento colectivo, la comunicación social y la capacidad salvadora de la belleza.

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